El lado humano del rey
Sobre la descripción física de Ramsés II se tienen varias referencias a partir de distintas estatuas que -al contrario de lo que ocurre con otros faraones, a quienes los escultores idealizaban-
se parecen mucho entre sí. Ramsés, probablemente, prefería que los retratos se hicieran fieles a su propia imagen.
A pesar de su larga vida, todas las imágenes de Ramsés II están ideadas como en sus años de juventud, no hay estatuas suyas como un hombre maduro. Así, para muchos, es un espectáculo sobrecogedor
contemplar su momia, tan bien conservada, que muestra la implacabilidad del tiempo, que ha conseguido vencer al más famoso de todos los faraones.
Se suele describir a Ramsés como un emperador indiferente al pueblo, el cual se mantuvo en la pobreza durante su reinado mientras la clase alta se enriquecía cada vez más, pero era una pobreza
relativa, ya que en Egipto siempre reinó la abundancia. También se le tacha de mujeriego, déspota, tirano, y sobre todo, de megalómano. Alguien ha dicho que la distancia que separaba a Ramsés II
de su pueblo era incluso mayor que la de Keops, considerado el faraón absolutista por antonomasia, lo que era debido a su asunción del papel de hijo de Amón-Ra.
Otros, sin embargo, han dicho que más que indiferente, Ramsés era cruel. Hay ciertos relatos que apoyan esta idea, en especial las trampas que puso alrededor de los lugares donde guardaba sus
tesoros, su costumbre de colgar los cadáveres de sus enemigos en las paredes de los palacios o las murallas, y un hallazgo reciente de decenas de cuerpos decapitados frente a uno de sus templos,
a pesar de que el sacrificio humano no era una costumbre egipcia desde tiempos prehistóricos.
Sin embargo, sobre el carácter de Ramsés II se sabe poco en realidad; a partir de cartas que escribió a su colega, el rey hitita, sabemos que le disgustaba sobremanera que le dieran órdenes.
«¿Por qué me hablas como si fuera tu esclavo?» escribió al rey hitita en alguna ocasión, cuando este le exigía que le devolviera a un fugitivo que había tomado asilo en Egipto.
Él mismo relató en el Poema de Pentaur que, durante la batalla contra los hititas, cuando sus tropas lo abandonaron a su suerte, Ramsés se libró solo de sus enemigos y cuando se reunió de nuevo
con su ejército diezmó a los soldados, enfurecido por haber sido traicionado: «Mi Majestad se puso ante ellos, los conté y los maté uno a uno, frente a mis caballos se derrumbaron y quedaron cada
uno donde había caído, ahogándose en su propia sangre...»
Textos de la época de Ramsés, cuando todavía no era faraón, lo describen como un "joven y astuto jefe" en asuntos militares. En el Corán se menciona a un faraón que bien pudo ser Ramsés II; según
estas escrituras, el faraón era temperamental, y cuando sus magos y sacerdotes admitieron que no podían enfrentarse a la magia del dios de los hebreos, el faraón los increpó: «¡Vosotros no tenéis
mi autorización para decir tal cosa!», tras lo cual amenazó con clavar a los magos, de pies y manos, en una palmera.
Sea como fuere, el carácter de Ramsés II se fue templando con el paso del tiempo. Así, ya a las pocas décadas de subir al trono comenzó a delegar los asuntos del país en manos de sus numerosos
hijos y subordinados. Sus intentos de favorecer a otros sacerdotes, como los de Ra, Ptah o Seth no surtieron efecto en tanto que los de Amón siguieron siendo omnipotentes e incluso hacían
peligrar la posición del faraón. Esto no lo supo ver el rey, y dejó seguir las cosas mientras iba envejeciendo y las sombras comenzaban a asolar Egipto.
FUENTE DEL TEXTO: http://es.wikipedia.org/wiki/Rams%C3%A9s_II#El_lado_humano_del_rey http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.es
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